Ricardo es investigador de 44 años, conserva un aspecto joven y una piel envidiablemente luminosa que son comentarios frecuentes en sus redes sociales. En esta columna nos comparte sus tips de belleza masculina, un poco inusuales.
Empecemos por el principio: nunca pensé en escribir una columna sobre belleza masculina porque, a decir verdad, no es un aspecto al que dedique mucho pensamiento. Al menos no tanto como mis congéneres de las generaciones que vienen después. Pero, siendo sinceros, admitamos que nuestra identidad web está dominada por la imagen, en especial imágenes personales que irradian brío y juventud.
Pero no fue ninguna búsqueda de la ‘eterna juventud’ lo que me hizo preocuparme por primera vez, casi a los 30 años, por mi piel y lo que pongo en ella. Fue un invierno que pasé esquiando sin protección solar, en Sudamérica, con consecuencias infaustas y un tratamiento dermatológico, lo que me hizo más consciente de su importancia. Salvo algunos astringentes para la piel oleosa cuando era adolescente, nunca usé lociones o cremas; ni siquiera tenía una limpieza meticulosa. La ‘limpieza facial’ típica de un hombre de mi generación se reducía al chorreado de espuma del champú en la frente, al lavarse el pelo en la ducha.
Pero en tanto pasan el tiempo, e incluso si en la playa me ciño a mi premisa ‘Ric stays in the shade’, hay ciertos rituales que he ido incorporando poco a poco, aunque más por salud cutánea que por una cuestión de imagen. Cuando no estoy trabajando en público, soy extremadamente low profile para vestirme y arreglarme. Pero eso no significa que no sea consciente de mi alimentación, hidratación y de los cuidados diarios.
Debo partir diciendo que para mí la alimentación es una clave importante, en especial la dieta mediterránea, que no es una ‘dieta’ en el sentido de planificación y cómputos de calorías, sino un estilo de alimentación equilibrado, lo que garantiza una ingesta variada de micro-nutrientes, importantes no solo para la piel. En general, tengo una marcada aversión por los alimentos procesados, así que una parte importante de mi presupuesto está reservado a los alimentos de calidad y en gran variedad. En mi casa, el consumo promedio de aceite de oliva extra virgen va de medio a un litro por persona. No exagero.
Las semillas, de donde provienen muchos aceites, son típicamente un imperdible en mis reservas: pistachos, almendras, nueces, avellanas, cajú, maní, piñones de pino, etc.; todas forman parte de mis snacks de media tarde.
Y eso nos lleva a un tema importante. Los aceites, esenciales o no, forman una parte esencial en mi alacena. No quiero ahondar mucho en los aceites llamados ‘esenciales’, pues últimamente he comprendido que, para mí, todos los aceites son esenciales. Una rutina de limpieza y humectación podría empezar, por ejemplo, con una exfoliación. En mi caso no es diaria, sino un par de veces por semana. Nada muy sofisticado – a mí me parece que la arpillera de yute tiene la textura justa para remover las células muertas. ¡Puedes sentir la diferencia entre el antes y el después! Algún emoliente antes de la ducha podría ayudar también a que luego la exfoliación sea menos abrasiva.

En el minuto en que salgo de la ducha, voy inmediatamente por la humectación. Cuando no es una crema con protección solar, mi elección sería el aceite de semilla de prickly pear, que es el fruto de un cactus, conocido como tuna, chumbera o Higo de Indias, aunque mayoritariamente proviene de Marruecos. Es un aceite tan ligero, que se absorbe en el acto, dejando un efecto de pulido e hidratación perfecto.
Ahora bien, en estas mínimas rutinas cutáneas es muy fácil pasar por alto el cuidado capilar. Para quienes estamos en la mitad de la vida, es muy importante estimular el cuero cabelludo, aportando a los folículos capilares la nutrición necesaria. Muchas veces, según me informan quienes estudian su metabolismo, la caída del cabello se produce por déficits, por ejemplo de zinc y de vitaminas de grupo B. Adicionar alimentos como la levadura de cerveza, o el extracto de levadura “Marmite”, ciertamente puede ayudar a mantener un cabello más fuerte. Pero la aplicación de algún producto local, como el aceite de ricino, tiene también un efecto nutricional, como si estuviésemos agregando fertilizante a las plantas.
Mi preferido para el pelo es el aceite de mostaza. Empleo el equivalente a una cucharadita de té, que entibio apenas un poco por sobre la temperatura ambiente, y aplico a nivel de las raíces con la yema de los dedos haciendo movimientos circulares suaves. Repito: movimientos circulares suaves. Luego de dejar actuar por una hora o dos, me lavo el pelo como de costumbre, con algún champú natural, quizás con una dosis extra para remover el aceite, pero siempre evitando la fricción brusca. Al lavar el pelo, lo hago evitando el chorro directo de la ducha; a veces incluso prefiero hacerlo con una jarra con agua y un lavabo, a la antigua. Muchos champús italianos naturales también llevan un poco aceite de corteza de naranja, que deja un perfume único.
No sabría decir si es la levadura, o el aceite, o el masaje (posiblemente una combinación de los tres) lo que produce el efecto. O quizás sea el aceite de lavanda que pongo en la almohada para un sueño profundo. Pero ciertamente merece la pena el intento.
A nivel del pelo propiamente tal, el que se lleva todos los premios es el aceite de coco. Algunos combinan aceite de coco con aceite de almendra o aceite de sésamo. Pero yo soy más de la escuela del single-oil approach. Se aplica a lo largo del cabello (o de las barbas difíciles de peinar… ¡gracias, Ken, por este tip!), dejándolo actuar por al menos una hora antes del lavado. Huele tan bien, que a veces no sé si usarlo con fines cosméticos o dejarlo en la cocina (también es comestible, en cantidades moderadas). El aceite de coco tiene una afinidad especial con la estructura del pelo, recubriendo las ‘escamas’ capilares externas y, a la vez, penetrando la fibra capilar. O al menos así es como lo imagino. Lo cierto es que esto no sólo brindará una hidratación y sedosidad evidentes desde el primer uso, sino también un brillo especial. Tengan fe. Funciona.
A veces los hombres también tendemos a secarnos el pelo con movimientos demasiado bruscos, como puliendo la cabeza con la toalla. Eso es una agresión para el cabello fragilizado. Con el tiempo he aprendido a desplazar esa práctica y, en su lugar, empapar con la toalla el exceso de agua. Esto contribuirá a reforzar los efectos del masaje al óleo.
Vale le pena armarse en casa de un pequeño arsenal de estos aceites. Aún si no damos mucha importancia a la imagen, los pequeños rituales personales siempre me parecen una buena idea.
THANKS FOR READING

Muy interesante! El que lo cuentes desde tu propia experiencia y los tips que das tanto en el uso de productos como los aceites como en los cuidados de en el día a día en aspectos como la nutrición hacen de el artículo y el blog algo muy valioso. Gracias y sigue publicando! Saludos 🙂
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